
-Quizás haya llegado el momento de admitir que todo esto ha sido una pérdida de tiempo. Me vuelvo a París, Álvaro.
-Sofía, estamos en París.
-Lo sé. Pero yo hablo del París en el que no estamos ni tú ni yo. No hablo del París cuyas noches son interminables, donde no corren las horas y los campos de marte están vacíos para ti y para mí. No hablo del París que tiene mil y un escondites clandestinos, que nos sigue el juego y nos hace pensar que vivimos en un sueño. Quiero dejar de fumar Álvaro. Empezar a salir a correr por las mañanas cuando el aire aún está frío en pleno mes de julio. Quiero comprar el periódico y leerlo delante de una taza de café mientras el resto del mundo todavía duerme. Quiero sentir que en esta ciudad estoy rodeada de gente. Quiero que esto deje de ser un tú y yo.
Álvaro sorbió el té que quedaba en la taza mientras la puerta del café tintineaba al salir Sofía. Cerró los ojos e intentó mantener el calor del último abrazo que se habían dado. Y tuvo la extraña sensación de que no sería el último.
-Sofía, estamos en París.
-Lo sé. Pero yo hablo del París en el que no estamos ni tú ni yo. No hablo del París cuyas noches son interminables, donde no corren las horas y los campos de marte están vacíos para ti y para mí. No hablo del París que tiene mil y un escondites clandestinos, que nos sigue el juego y nos hace pensar que vivimos en un sueño. Quiero dejar de fumar Álvaro. Empezar a salir a correr por las mañanas cuando el aire aún está frío en pleno mes de julio. Quiero comprar el periódico y leerlo delante de una taza de café mientras el resto del mundo todavía duerme. Quiero sentir que en esta ciudad estoy rodeada de gente. Quiero que esto deje de ser un tú y yo.
Álvaro sorbió el té que quedaba en la taza mientras la puerta del café tintineaba al salir Sofía. Cerró los ojos e intentó mantener el calor del último abrazo que se habían dado. Y tuvo la extraña sensación de que no sería el último.
Aunque puede que solo fuese un anhelo.