jueves, 28 de mayo de 2009

29 de mayo


-Recuerdo lo ásperas que tenías las manos, porque te empeñabas en arreglar el jardín sin guantes; decías que adorabas el tacto de la tierra fría.
Me acuerdo perfectamente de lo mucho que te gustaba sentarte en la mesa de la cocina, en los días de sol, con un plato de cerezas. Te encantaba creer que por un momento, el día te pertenecía.

Y también recuerdo, que el día que murió la abuela me abrazaste sin decir nada y me llevaste fuera para que la gente no me viese llorar.


- Coge una silla, creo que todavía me quedan algunas cerezas.

sábado, 9 de mayo de 2009

9 de mayo


Cogiéndola por detrás e inspirando profundamente le dijo:

-No podría vivir sin tu olor a lavanda en el pelo. Creo que es el olor más común del mundo, pero cada vez que lo huelo solo puedo pensar en que no podría levantarme por las mañanas sin sentirlo.

miércoles, 6 de mayo de 2009

6 de mayo


Se acercó al estante lleno de frascos de colores e intentó coger alguno, pero parecían siempre demasiado lejos. La oscuridad de la fría habitación hacía que los frascos emitiesen la única luz que se percibía. No sabía cómo había llegado hasta allí, y eso le preocupaba, pero en aquel lugar le parecía que Cronos había detenido las manecillas del reloj.

- Son recuerdos.- dijo una voz en su espalda, profunda y grave, y un escalofrío le recorrió toda la médula espinal mientras una especia de calor se cernía sobre su espalda- Siempre están ahí, cuando quieres acudir a ellos, pero nunca puedes cogerlos, porque el tiempo los ha dejado atrás. Los hay de muchos colores, según la intensidad de lo vivido. ¿Ves ese verde que resalta sobre los otros verdes? Es un recuerdo ágil, brillante, nítido. Es una noche en la playa contando estrellas, o una última página de un libro que nunca querrías que terminase. Es el rubor de una sonrisa inesperada, el calor de un aliento en tu nuca. Es el color que enmarcó el nacimiento de un primer hijo, o el primer beso debajo del paraguas.

Calló un momento y Marissa sintió que el frío volvía a acariciarle la piel.

sábado, 2 de mayo de 2009

2 de mayo


-Eres increíble Sam.


Y mientras, Sam seguía girando, y moviéndose sinuosamente, como una serpiente. Parecía un torbellino, y su piel, dorada, prácticamente brillaba. Sus delgados brazos parecían quebrarse con cada movimiento y el viento le agitaba el pelo, ocultando su rostro de duende.


-¿Puedes parar y escucharme? ¿Qué quieres? ¿que siga gritando? ¿que siga tratándote como a una niña? ¿que deje que hagas y deshagas a tu antojo? Estoy harta Sam, harta. Harta de que desde que nos quedamos solas sea yo la que haya tenido que adoptar la figura de la madurez mientras tú sigues como si no hubiese pasado nada. Harta de matarme día y noche y que ni siquiera me lo agradezcas.- y las lágrimas, de sabor salado que recorrían sus mejillas color pomelo, pararon su discurso. Se calló y observó a Sam, que había dejado de bailar durante un momento. Los labios le temblaban, de rabia y de angustia, pero a su hermana no parecía llamarle la atención.


-¿Sabes qué? Si tan HARTA estás márchate.


Y sonriendo con suficiencia volvió a girar, al ritmo de las olas que rompían a pocos metros de ellas.