
Cuando la chica se inclinó, una fragancia cara impregnó el ambiente. Era el aroma más dulzón que había olido en su vida, pero esa mezcla de almizcle y rosas con el largo cabello rojizo hacían que Hubert no pudiese quitar la vista de la joven que acababa de entrar en el café.
-¿Me pones un café?
-Hum...
-¿Hola?¿Podrías ponerme un café? Corto, con mucha leche.
-Sí, claro.
...
-Gracias. Oye, ¿tengo algo en la cara?
-¿Perdón? No, no, no he creído que me hablabas.
-Es la primera vez que alguien intenta coquetear conmigo de una manera tan sumamente torpe. ¿Quieres sentarte?
Y en ese momento Hubert no entendió qué significaba lo que le recorría la columna vertebral. Pero se parecía a la sensación que Gene Kelly tenía en "Cantando bajo la lluvia". Y sin saber qué le empujaba a hacerlo, se sentó. Y dejó que pasase.