viernes, 16 de enero de 2009

16 de enero


Humo y ruido se mezclaban en aquel lugar. La barra, pegajosa, estaba iluminada por luces rojas que palpitaban mientras consumían sus últimos días de vida. El alcohol, la música insinuante, las caderas que bailaban contoneándose encima de un escenario de madera y las figuras borrosas que se mezclaban detrás de unas cortinas no añadían más que un cierto aire de erotismo vulgar a un lugar que ya de por sí inspiraba cierto tono de desolación.

Una camarera mayor, de esmalte de uñas desconchado, carmín barato y pelo sujeto en mil horquillas, que intentaban darle un aire de vieja dama, encendía un cigarro en el otro extremo del local, mientras observaba a las jovencitas de dudosa reputación parlotear con cierta gracia con clientes que no buscaban en ellas otra cosa que no fuese un contacto, un toqueteo lascivo, cuyas ganas se dibujaban en las caras con muecas de deseo.

Sí, las noches siempre eran largas en el "Lapin", todo París lo sabía.

2 comentarios:

ptitpat dijo...

:)
una historia diferente, pero igualmente atractiva
besitos leti :)

YLM-SPAIN dijo...

Gracias por pasarte por mi Blog. No conocía el tuyo y me han encantado tus historias.
Un besito guapa.